El estado y apariencia de nuestra piel es clave para nuestra salud y nuestro bienestar general. Cuando la piel se encuentra en buen estado trabaja duramente para proteger a nuestro cuerpo de determinados factores medioambientales dañinos como los agentes irritantes, los alérgenos y los microbios, regula la temperatura y se ve y se vuelve suave, calmada, bien hidratada y de color homogéneo. Hay muchos factores, internos y externos, que afectan al estado de la piel y que influyen en su aspecto y en sus sensaciones. Por ejemplo, al tener su barrera dérmica comprometida, la piel hipersensible es más propensa a la irritación que la dotada de un buen equilibrio. En algunos factores no podemos influir, pero en muchos otros sí que podemos. Un minucioso cuidado de la piel puede protegerla y la ayuda a conservar su aspecto juvenil durante más tiempo.
FACTORES INTERNOS (ENDÓGENOS)
Entre los factores internos que influyen sobre la piel destacan la genética, las hormonas y procesos específicos como la diabetes.
Genética
La genética de una persona determina su tipo de piel (normal, seca, grasa o mixta) y afecta al estado general de la piel.
Genética y envejecimiento biológico de la piel
La genética determina también el envejecimiento biológico de la piel, que se caracteriza por lo siguiente:
- Reducción de la regeneración y la renovación celulares.
- Reducción de las secreciones de las glándulas sebáceas y sudoríparas.
- Degeneración del tejido conectivo, de manera que la piel es menos capaz de fijar agua y pierde firmeza.
- Degeneración de las fibras elásticas, cuyo resultado es una reducción de la elasticidad cutánea.
El envejecimiento biológico de la piel no debe confundirse con el envejecimiento prematuro de la piel, que está causado por factores externos y sobre el cual puede influirse.
La predisposición a sufrir problemas médicos de piel como la dermatitis atópica, la psoriasis y la ictiosis también está en manos de la genética. Por ejemplo, aquellas personas que presentan una deficiencia genética en filagrina (una proteína que se presenta en la piel y que tiene como función fortalecer la barrera protectora) son propensas a presentar piel sensible y dermatitis atópica. Con tal predisposición la piel puede sufrir en mayor medida el estrés y empeorar por las influencias externas. Por lo tanto, es importante aplicar unos hábitos de cuidado de la piel adecuados. Para más información, consulte: la piel seca y la dermatitis atópica.
También hay otras enfermedades, como la diabetes y la insuficiencia renal, que pueden tener un efecto negativo sobre el estado de la piel.
Hormonas
Las hormonas y los cambios en sus niveles pueden ejercer un impacto significativo sobre la piel:
- Los cambios hormonales pueden desencadenar el acné de la pubertad.
- Durante el embarazo, las hormonas pueden estimular una mayor producción de melanina y una forma de hiperpigmentación conocida como melasma.
- Los niveles de estrógenos femeninos descienden como parte del proceso biológico de envejecimiento, especialmente después de la menopausia. Los estrógenos producen un efecto beneficioso sobre el equilibrio de humedad de la piel y su reducción da lugar a cambios estructurales y a atrofia de la piel relacionada con la edad.
FACTORES EXTERNOS (EXÓGENOS)
Muchos factores externos pueden influir en el estado de la piel. Cuando el balance natural de la piel está en peligro, ésta tiene menos capacidad para actuar como barrera de protección y es más propensa a presentar problemas de sensibilidad. Los factores externos que influyen en la salud de la piel están determinados por el entorno que nos rodea, por nuestra salud en general y por las opciones que elegimos en nuestro estilo de vida.
Clima y medio ambiente
Radiación UVA
Los radicales libres son moléculas agresivas responsables del proceso de oxidación de los tejidos corporales que provocan daños en la piel. La piel sana contiene antioxidantes que la protegen al neutralizarlos.
En la epidermis estos radicales libres son generados principalmente por los rayos ultravioletas. En condiciones normales y con poca exposición a las radiaciones UVA, el mecanismo de protección de la piel puede combatir sus efectos. Sin embargo, si la exposición es sostenida, los mecanismos de protección de la piel se debilitan y son menos efectivos como barrera de protección. En estas condiciones, la piel se vuelve sensible y es propensa a enfermar. Años de exposición al Sol sin protección desembocan en unos daños crónicos inducidos por la luz y, con ellos, en el envejecimiento prematuro de la piel.
Para más información, consulte: los efectos de la exposición al sol y cómo proteger la piel frente al sol.
Temperatura
Las temperaturas extremas y la velocidad de cambio entre ellas ejercen un impacto sobre la salud de la piel.
En condiciones de frío, la piel reacciona estrechando los vasos sanguíneos para proteger el cuerpo frente a la pérdida excesiva de calor. Las temperaturas frías persistentes reducen la secreción de las glándulas sebáceas y causan la desecación de la piel. Más información sobre piel seca.
En condiciones de calor y humedad (por ejemplo, en los países tropicales o en una sauna) las glándulas sudoríparas producen más sudor, dejando la piel húmeda y brillante y, en algunos casos, propensa al acné.
La baja humedad, tal y como se encuentra en las cabinas de los aviones, e incluso la que provoca la calefacción central, puede provocar que la piel se deshidrate, dando lugar a un aumento de la sensibilidad.
Algunos problemas de la piel, por ejemplo la rosacea, también se pueden originar por las temperaturas elevadas. Esta es una de las razones por las cuales recomendamos usar agua templada y no agua caliente para la limpieza de la cara, para lavarse las manos y para bañarse.
Influencias químicas
Productos agresivos
La piel tiene una acidez suave de manera natural, con un pH comprendido entre 4,7 y 5,75. Los productos agresivos de limpieza de la piel - como el laurilsulfato sódico y los productos humectantes con pH alcalino - desbordan la capacidad de neutralización natural de la piel, dañan la estructura celular y deterioran la función de barrera de la capa más externa de la epidermis. Como resultado, la piel se puede desecar y volverse sensible o incluso hipersensible. Cuando la piel está sensible, es susceptible a infecciones de la piel y a erupciones de enfermedades como la dermatitis atópica o la rosacea. La piel sensible, (que se caracteriza por un debilitamiento de la barrera protectora), y la piel hipersensible (que además tiene fibras nerviosas también hipersensibles) son propensas tanto a la deshidratación como a sufrir los efectos dañinos de los productos agresivos.
Ciertas exfoliaciones químicas pueden tener un efecto similar y es importante consultar con un dermatólogo para comprobar si un procedimiento concreto es adecuado para su piel.
Algunas personas son afectadas especialmente por productos agresivos:
- Niños pequeños y ancianos: La piel joven y la piel vieja son menos resistentes debido a que la actividad de las glándulas sebáceas o bien no está desarrollada todavía plenamente o está reducida. Lea más sobre la piel en diferentes edades.
- Personas expuestas a productos químicos en el lugar de trabajo: Profesionales como peluqueros, albañiles y obreros industriales se hallan en contacto regular con detergentes, disolventes, lacas y pinturas, todas ellas sustancias nocivas para la piel.
Lea más acerca de cómo cuidar el cuerpo y la piel facial y la importancia de elegir los productos correctos para el cuidado de la piel.
Lavado demasiado frecuente
Las duchas o baños demasiados frecuentes, durante demasiado tiempo y con agua demasiado caliente dan lugar a una pérdida de los factores hidratantes naturales de la piel (los conocidos como NMF) de los lípidos de la superficie. La piel se deseca y se vuelve rugosa. El pH de la piel sana es ligeramente ácido, y el frecuente lavado con agua del grifo - cuyo pH va de neutro a ligeramente alcalino - puede alterar el equilibrio natural de la piel llegando a deteriorarse su función de barrera protectora. Para más información, consulte: el cuidado de la piel corporal y los hábitos diarios de cuidado de la piel para la cara.
Nutrición
Una dieta equilibrada ayudará a mantener la salud de la piel. Aunque la investigación sobre los mejores alimentos para una piel sana es escasa:
- Son buenos para la piel las frutas, las verduras, los cereales integrales y las proteínas magras (pescado en lugar de carne).
- Una dieta rica en vitamina C y pobre en grasas e hidratos de carbono puede fomentar una piel de aspecto más juvenil.
- Los alimentos ricos en antioxidantes parecen tener beneficios protectores. Entre ellos destacan los siguientes: frutas y verduras amarillas y anaranjadas (por ejemplo, zanahorias y albaricoques), arándanos, verduras de hoja verde (por ejemplo, espinacas), tomates, guisantes, judías y lentejas, pescado (especialmente salmón) y nueces.
- Las dietas que excluyen un grupo particular de alimentos y su valor nutricional no son, en general, buenas para la salud de la piel. No obstante, es recomendable limitar la ingestión de dulces y lácteos. También es importante beber agua abundante, sobre todo si se trata de personas ancianas.
No existe una asociación evidente entre la dieta y las causas de acné.
Medidas terapéuticas
Ciertos medicamentos (por ejemplo, quimioterapia, diuréticos, laxantes y los fármacos reductores de lípidos que a veces se toman para tratar procesos cardiovasculares) y procedimientos médicos (por ejemplo, radioterapia y diálisis) pueden hacer que la piel sea más sensible y propensa a la sequedad.
Estilo de vida
Las opciones de estilos de vida sanos pueden contribuir a retrasar el proceso de envejecimiento natural y prevenir problemas cutáneos:
Gestiona el estrés
El estrés sin control puede hacer que la piel sea más sensible y puede sufrir problemas como el acné. Es necesario gestionar el estrés: puede ser de utilidad reducir la carga de trabajo, reservando tiempo para las actividades de ocio y para practicar técnicas de relajación.
Ejercicio
El ejercicio regular tiene un impacto positivo en la salud de la piel, así como en el estado físico general.
Sueño
Un buen sueño nocturno da a las células la posibilidad de regenerarse y facilita la regeneración de la piel.
Dejar de fumar
El humo del tabaco es una gran fuente de radicales libres que dañan la piel. Fumar hace que la piel aparezca envejecida; este hábito contribuye a la formación de arrugas:
- Contrae los minúsculos vasos sanguíneos de las capas inferiores de la piel. Con ello disminuye la circulación sanguínea y se agota el oxígeno y los nutrientes - como la vitamina A - de la piel.
- Se daña el colágeno y la elastina, las fibras que dan a la piel su resistencia y su elasticidad.